6 años después de mí primera
intentona, por fin me ponía en la línea de salida de la media maratón de Madrid.
El sábado por la tarde me ponía en camino a la capital, esta vez iba solo. El
plan original de hacer la carrera en familia, se vino abajo por las
dificultades logísticas y de espacio que aun impone Diego. Qué raro me sentía viajando
solo en el coche y lo que es peor que raro me sentí por la noche, cuando deje
de arrullar al pequeño cantándole algunas de las canciones que le gustan para
que concilie el sueño. Tiene razón todo el mundo cuando dicen que luego no
sabes estar sin ellos.
Tras hablar con mi hermano,
compruebo que al día siguiente no me libra nadie de madrugar, ya que entre
desayuno, cambio de ropa y viaje hasta el centro de Madrid, necesito más tiempo
del que pensaba, así que decido irme pronto a dormir, bueno todo lo pronto que
pude eso si .
Con las primeras luces ya estoy
en pie, no es la primera media que corro, espero que tampoco sea la última, por
lo que no entiendo bien los nervios que sentía en el estomago. Creo que podría ser
el carácter multitudinario de la prueba, el lugar o vete tú a saber. Lo que si
se, es que estaba nervioso. Menos mal que el viaje en metro me consiguió calmar
un poco. Curioso lo del metro, mientras iba pasando estaciones, pensaba en los
3 años que pase en esta ciudad trabajando. En las horas que invertí en
desplazamientos en este medio de transporte, los libros que leí (será de las
pocas cosas que echo de menos), algunos más que estudie y como llene esos
viajes con sueños y pensamientos. Lo que ha cambiado mi vida de entonces hasta
ahora. ¿Cómo será en otros 10 años?
Llego al Retiro antes de tiempo,
como no me apetece esperar al raso, ya que hace algo de viento, me busco un café
donde meter algo de cafeína en el cuerpo. No veo ninguno cercano, así que bajo
la cuesta de Alfonso XII, en dirección a Atocha. Al llegar a la glorieta me
quedo mirando a la estación y me hace recordar los atentando del 11-M. ¡Cuanta
sin razón!
Tras mi café, subo de nuevo la
cuesta, andando no parece tan dura. Iluso, no sé bien lo que me espera por ahí dentro
de un par de horas. No tengo que esperar mucho para encontrarme con Pablo.
Viene acompañado de Fernando, su compañero de entrenos y fatigas maratonianas.
Buena gente, me recuerda en la distancia a Román, parco en palabras, pero todas
llenas de contenido. Escuchas hablar a alguien que ya ha corrido 18 maratones,
me da que pensar en que rara fuerza impulsa a una persona a ponerse una y otra
vez ante esa prueba de sufrimiento, porque no nos engañemos, un maratón básicamente
es eso, poner una a prueba su capacidad de sufrimiento.
Me intereso por el estado de
salud de Pablo, me alegra saber que la tibia le está dando un pequeño respiro,
hoy quiere probar su estado y decidir cara al día 22. Me pregunta que voy a
hacer. ¿Qué voy a hacer? Acabar. Básicamente eso, e intentar pegarme todo lo
que pueda al globo del 1:50.
Rodeados de una marea de gente
nos acercamos a los arcos de salida. Sin darnos de cuenta comenzamos a andar,
no sabemos que la carrera ya ha salido, no es hasta que no estamos casi en la
alfombra de salida, cuando la gente se abre un poco y tímidamente comenzamos a
dar los primeros pasos que no zancadas aun. Poco a poco comenzamos a correr. A
pesar de la última carrera que hice, en la que corrí sin referencias, hoy
vuelvo a llevar el Garmin, aunque sin la cinta del pulsometro, quiero controlar
un poco el paso. En carreras con tanta gente, uno tiende a dejarse llevar por
la masa, y al final lo paga. Pronto mis acompañantes empiezan a estirar el
paso, mi desconocimiento del recorrido y las últimas semanas un poco vacías de
continuidad, me hacen ser conservador y no intento seguirles. Me marco un ritmo
cómodo, aunque exigente, no dejándome llevar. Los primeros kilómetros son
duros, continuos toboganes y subida continua hasta Plaza Castilla. A la altura
de Cuatro Caminos, el globo de 1h 50’, me pasa, y veo que no me resulta cómodo
seguirlo. Esto me deja un poco tocado, ya que con las series que había hecho
esta semana pensaba que estaba algo mejor. Pasada Plaza Castilla, comienza un
terreno más favorable, y es aquí donde me empiezo a encontrar mejor, las
piernas no me duelen tanto (tardo mucho en entrar en calor) y el no encontrarme
demasiado mal, me anima a tirar un poco más. Al poco veo de nuevo el globo de
1h50’, me termina de animar del todo y decido lanzarme a tope, favorecido por el
perfil descendente de los últimos kilómetros, que poco imaginaba lo que se me venía
encima. Al llegar a Atocha de nuevo, me encuentro con el giro hacia el Retiro,
y la temida cuesta de Alfonso XII. Es aquí donde me desfondo del todo, y a
duras penas consigo seguir corriendo sin ceder a la tentación de andar un poco.
Al terminarla, no consigo recuperar el aliento y ya solo me quedo aguantar
hasta la meta. La cantidad de arcos que se pasan antes de llegar, hace que se
haga muy largo el final, ya que en cada arco piensas que es el último, y aun
queda uno más.
La carrera ha salido mejor de lo
que esperaba, dado el perfil de la misma y los entrenos previos, el tiempo no
ha sido malo: 1:48:23. La verdad es que estoy bastante contento, espero haber
cogido ánimo para la media de Albacete e intentar bajar de 1h45’ de manera cómoda.
Unas cervecitas en un 100
montaditos, despedidas y a casa a recoger el coche y camino al pueblo, que hoy
ha sido Domingo de Ramos.
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